Electric Affair
Yahvé M. de la Cavada, guitarra
Juan Ortiz, teclados
Jorge Sánchez, bajo eléctrico
Periko Ráez, batería
Jueves 31 mayo de 2012. Robadors 23
(Barcelona)
Me dicen que a ver si quiero hacer de crítico de un grupo liderado por un
crítico que actuará en una conocida sala de Barcelona. ¿Así se dice, no?
Pues claro que acepto, así podré añadir a mi curriculum de músico, compositor,
muslari y filibustero el de crítico. En plan hombre renacentista, cómo mola.
Vamos a ello.
El grupo de Yahvé me sorprendió gratamente, tenía punch y sonaba cohesionado. Tras observar que el teclista era Juan
Ortiz y el batería Periko Ráez, quizás no me tendría que haber sorprendido.
Algunas canciones me recordaron a Ten Years After, y los solos blueseros
tenían trempera, como decimos en
Barcelona. Hasta aquí todo bien.
Ustedes me perdonarán el lapsus, pero es que mientras escribo estas líneas
me viene a la cabeza un episodio que sucedió en Barcelona en los años 90. Los
músicos locales eran en general ninguneados por la crítica (¿ha cambiado algo? “Seguramente”,
dirán algunos, “pero no lo suficiente”, creo). Una vez vi un crítico llegar al
final del concierto de un grupo local-emergente y, sorpresa, al día siguiente
se publicó la reseña del concierto en el tabloide de turno, pero además con
escasa suerte para el músico.
Me acuerdo que como músico que comenzaba (eran mis primeros pasos en eso de
no perderse, pasar por los cambios, etc.) me produjo una gran indignación lo que
leí. Seguramente era el desdén que utilizaba el periodista al juzgar la obra de
aquellos jóvenes músicos locales que sin ninguna duda tantas horas habían
dedicado a cuidar eso que salía de sus instrumentos. Un poco de por favor,
pensé. Igual les debió de hacer más fuertes, pienso ahora en que todo ha
cambiado, la crítica ha cambiado, desde luego. ¿Y los músicos?, ¿hemos
cambiado? Mejor lo dejo para otro artículo, que la autocrítica siempre es
buena, o eso dicen.
Y es que no puedo dejar de criticar a la crítica, es que me entran unas
ganas, oye. De buen rollo, pero creo que seguimos cayendo en los mismos errores.
Algunos me llamarán iluso, pero yo creo que el panorama actual podría cambiar
con un par de detalles, o detallazos. Estamos donde estamos, o sea, en el mismo
sitio, más o menos: los grandes festivales programan a las grandes estrellas y,
a veces, a algún músico local. Entonces, el periodista va, coge y escribe sobre
las grandes estrellas, ningunea a los
músicos locales y yo me pregunto: ¿algún día revertirá eso? ¿Cuándo se va a
acabar esta dinámica? ¿Podemos hacer algo los músicos para que nos dediquen un
minuto de gloria? En los festivales de cine estatales siempre hemos visto
cohabitar a las estrellas con los actores locales. Ahora mismo me acuerdo del
festival de cine de San Sebastián: en la rueda de prensa se podía ver a Bette
Davis junto a Maribel Verdú, y a Sean Penn junto a Guillermo Toledo (creo
recordar que era Toledo). Y como si tal cosa. En el jazz no, será que estamos
acomplejados.
Claro, en el mundo del cine se aplicó un plan desde arriba, desde el Ministerio
de Cultura que abrió el grifo con el fin de crear un tejido (actores,
directores, productores,…) para que luego el público consumiera cultura
autóctona, sin la necesidad de estar constantemente comparándolos con Hitchcock,
Ford o Rossellini.
Porque no me dirán que con las migajas que caen debemos estar los músicos
de acuerdo, ¿no? Actualmente, conseguir actuar en uno de estos festivales, o
simplemente actuar en algún lugar de cuyo nombre…, no es una tarea fácil, si
finalmente se consigue. Creo que sería justo que el crítico primero hiciera el
esfuerzo de personarse en el concierto y, en segundo lugar, pues eso, como si
fuéramos la Verdú aunque al lado esté Eva al desnudo.
Volvamos al Chino barcelonés.
Brillaron los solos de Juan Ortiz aunque tocó poco. Debiera de haber hecho
algunos solos más. A mí desde luego me supo a poco el arte de este músico que
cada vez que lo escucho veo que va a más. Yahvé mostró grandes dosis de energía
y espontaneidad pero pecó de exceso de protagonismo. Creo que “dejando hacer” a
los músicos de la banda los resultados podrían ser excelentes.
De la sección rítmica diré que brilló a gran nivel y he de destacar el que ofreció
seguramente el mejor solo de la velada. Este corrió a cargo del baterista Periko
Ráez que, en un ejercicio conceptual de mantenerse fiel a una idea, dejó más
que constancia de su calidad. Un regalo.
Juan de Diego
(Fotografías de Marta Martínez)