domingo, 10 de julio de 2011

Me cago en los críticos (pero hoy me toca a mí)

(Crítica del concert del Martí Farré)

“I es fan dir crítics!” es un ciclo de conciertos donde se pretende desmentir el tópico de que todos los críticos musicales son en realidad músicos frustrados. Para ello un periolisto musical pasa por la palestra y lidera un concierto con el afán de recuperar su dignidad. Y como contrapunto, un músico conocido de la escena escribe una crítica del evento.

El pasado día 17 de junio éste intruso profesional periodístico era yo, y la diana de mis frustraciones como músico sobre los mass media, Martí Farré.

Muy a menudo los músicos nos quejamos de las críticas musicales, pero la verdad es que una vez que me hallo con el pánico a la hoja en blanco, cabe ponerse a pensar qué esperamos en realidad de una crítica musical. ¿Es acaso, una crónica del concierto, prevaleciendo los datos objetivos: qué, quién, dónde, cuándo, cómo, por qué?

¿O tal vez, la crítica es precisamente eso: todo aquello que es subjetivo, prevaleciendo el componente puramente estético? Es precisamente en ésta categoría donde encontramos ese tópico de crítico al que los músicos le tenemos manía: el crítico criticón. Es aquel que anima a hacer comentarios como: vamos chaval, ¿qué pasa, que no has follado este mes?, o también: tú no has estado en ese concierto, o si has estado lo has visto desde la barra leyendo el Marca.

Tal vez los músicos también necesitamos una dosis de autocrítica. Pues aquí va la mía.

Martí Farré interpretó su espectáculo “Civisme al metro (cerveza-bier)” con una formación bastante arriesgada: 3 baterías (él mismo, Marz Ayza y Oriol Roca), Víctor Bonetarbolí como rapsoda y hacia el final del concierto contó con la colaboración al piano de Toni Gibert. El ambiente en Robadors 23 era, como es habitual, muy distendido, y Martí hizo de maestro de ceremonias haciendo gala de una labia muy natural que ya la quisieran para sí muchos de los músicos que pasan por ese escenario habitualmente.

A continuación se sucedieron una serie de temas improvisados (puesto que no hubo ensayo previo, solamente la premisa de qué tipo de ritmo se iba a tocar y qué poema se iba a leer), con una variedad estilística considerable, desde funk a bossa nova, atreviéndose con la bulería, y dejando también espacio para partes más free. Cabe destacar la serenidad de Martí, que muy “en su sitio” servía como base para que sus dos paladines baterísticos pudiesen hacer y deshacer en un torrente de propuestas rítmicas que servían como desarrollo a los temas. La falta de recursos tímbricos no permitió desarrollar en demasía diferentes ambientes a lo largo del concierto, en el que se agradeció la participación tardía del piano. Faltó un bajo que hubiese sido el complemento ideal a esta base.

Las intervenciones de Víctor Bonetarbolí eran acertadas, pero la memoria le fallaba y la dicción a veces era un poco imprecisa, restando interés a una selección de poemas muy interesante.

En definitiva, un aprobado con nota para Martí, que hace tiempo que demuestra ser uno de los mejores críticos musicales de la ciudad condal, y también desde aquel día, uno de los menos frustrados.

Arecio Smith

(fotografies de Borja Farré)